Este artículo fue publicado el SÁBADO 09.03.2019
en la SECCIÓN de ECONOMÍA del diario EL COMERCIO
Yo no sé cómo está usted, amable lector, pero
los tipos de interés están por los suelos. Así llevan una temporada larga,
larguísima y así parece que van a seguir. Estamos inmersos en una nueva era, la
de los tipos de interés bajos y, junto a este cambio, pueden aparecer nuevos
riesgos. Existen elementos que hacen pensar que el entorno de tipos de interés
bajos tiene visos de continuar, como por ejemplo las expectativas de tipos de
interés implícitas en las cotizaciones de los activos financieros. A priori,
cabría esperar que el BCE comience a subir el tipo de interés de referencia en
los próximos trimestres pero, según los mercados, lo hará a un ritmo tan lento
que dentro de cinco años todavía se mantendrá por debajo del 1%. Al otro lado
del Atlántico, el ciclo de subidas de tipos parece que está llegando a su fin
porque, de hecho, ya no se descarta que la Fed baje tipos el próximo año. Lo
que está claro es que nunca los tipos de interés de referencia se habían
situado en cotas tan bajas durante tanto tiempo. Recuerdo que mis padres pagaron
su hipoteca al 15% de interés y no hace tantos años de eso. Este cambio de tendencia
se concibe como resultado de una mejor gestión de la política monetaria, que ha
permitido mantener tasas de inflación menores, y de una transformación
económica y social profunda y estructural, ligada al envejecimiento de la
población y al progreso tecnológico. Como esto ya sucede desde hace tiempo, el presionar
al alza el ahorro y deprimir la propensión a invertir, ha provocado que los
tipos de interés que equilibran la oferta y la demanda de ahorro hayan ido
descendiendo. Es evidente que la situación también tiene riesgos asociados,
como el aumento de la presión política sobre los bancos centrales para que
lleven a cabo una política monetaria más acomodaticia. Esto podría llevar a
pensar que los bancos centrales no son tan independientes como, a priori, deben
ser. Las interpelaciones de Trump a la Fed para que frene el aumento de tipos
parecen corroborar esta sospecha acerca del problema de falta de independencia.
Es fundamental impedir que los gobiernos puedan dilacerar la independencia de
los bancos centrales. Ya sea la FED o el BCE.
España, con algunos de los más recientes
nombramientos, está consiguiendo hacerse con puestos de elevada relevancia en
el ámbito financiero europeo y está en condiciones de decir algo acerca de su
evolución. En primer lugar, el que fuera ministro de Economía, Industria y
Competitividad con el Gobierno de Mariano Rajoy, Luis de Guindos, quien ejerce
desde junio del año pasado la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE) y
se responsabiliza de la estabilidad financiera de la eurozona y de las
cuestiones relativas a políticas macro-prudenciales. Bien sabe, desde su
posición, que subidas fuertes de tipos pueden afectar a la competitividad de la
economía española, así que seguro está en su mente impedir que se desboquen.
Por otra parte, la reciente nominación del ovetense
José Manuel Campa como nuevo presidente de la Autoridad Bancaria Europea
también contribuye a que España se siga haciendo fuerte en las instituciones
europeas. Conocí a Campa allá por 1999, en una comida tras la Jornadas de
Economía Industrial en Madrid. Por entonces, aún ejercía su labor académica en
EE.UU. Es una persona de una calidad humana y profesional indiscutible y del
que me llamó la atención un rasgo: lo rápido que hablaba. Es de ese tipo de
personas en las que parece que las palabras son incapaces de seguir la
velocidad de sus pensamientos. Desde su presidencia en la Autoridad Bancaria
Europea (EBA por sus siglas en inglés) en sustitución del italiano Andrea
Enria, tiene retos importantes y conoce bien la necesidad de subida de tipos
interés para la banca, dados los estrechos márgenes con los que opera. Seguro
que no se produce choque de trenes entre españoles. Seguro que no. Ambos me
merecen la mayor estima y admiración profesional en el ámbito financiero.