lunes, 4 de noviembre de 2019

¿Lo que es gratis no vale nada?

Que precio y valor no son lo mismo, es algo que tiene claro cualquier estudiante de primero de Economía. Por algún lado, más de un año seguro, tengo una entrada en este blog relativa al precio y al valor, y a la confusión entre ambos conceptos. 
Algo tiene valor en sí mismo, independientemente de lo que se pague por ello. Compré este verano un libro de Marsé, en una estación de metro barcelonesa que me costó 1 EURO. Era de Juan Marsé y me costó un euro. ¿Tiene sentido? No. Ninguno. Al menos para mí, porque algo que escribe Marsé está bien escrito, bien pensado, tiene fondo y tiene forma. Los párrafos aquí debajo son un extracto de un texto sobre el problema actual de la valoración de la literatura y yo creo que del arte, en general. 
El argumento es extrapolable a cualquier otro "objeto". 
Tenía yo una amiga - más bien conocida lejana - que tonteaba con quien tocaba, eso sí, dándose a valer, como decía ella. Esto último me parecía bien, pero no terminaba de entender qué sacaba ella de jugar con alguien con quien sabía que la respuesta final iba a ser un no. Ella me contestaba que alimentaba su ego y le hacía sentir bien y deseada aunque ella no deseaba. De algun chico, ella me llegó a decir literalmente que le daba asco y que le olía mal el aliento. Y problema de ellos, decía, que eran los que venían. Ciertamente era y es una mujer muy guapa. 
Será porque a pesar de no tener yo un gran tamaño, tengo un ego no pequeño, nunca he necesitado tontear o dar esperanzas a quien sabía aquello de "agua que no has de beber...". De hecho, lo de ser borde y no dar oportunidades, eso también me ha llegado, pero siempre creí que era lo correcto. 
Ahora bien, lo de no beber antes de tiempo el agua que sí quieres beber, también queda claro, basado en lo que señala este texto. Sea tal postura artificiosa, o no, para evitar lo que se señala debajo referido a la literatura. 
Por la sencilla razón de que el precio que se paga, quien no tiene criterio, como tantos lectores que hay sin criterio, lo iguala al valor. 
Un libro de Juan Marsé no vale un euro, aunque yo solo haya pagado un euro. 
El resto, queda claro. 
Especialmente para las personas sin criterio. Precio y valor no son lo mismo. Ni mucho menos, aunque deban tener una correlación para que el intercambio tenga sentido, ¿verdad?



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Por otra parte, la noción de valor del arte se ve profundamente modificada por su disponibilidad, contraria a las leyes pulsionales que hacen que solo otorguemos valor a aquello de lo que no disponemos, y por su aparente gratuidad, que supone un desplazamiento del beneficio que devenga el consumo artístico, que pasa de manos de sus productores (autores y negocio editorial, en este caso) a las de las compañías tecnológicas y a las empresas de telefonía, que comercializan el acceso a los contenidos.
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 Que el problema del valor es un problema central de la economía de la literatura no solo se pone de manifiesto en esta anécdota, posiblemente apócrifa, sino también en su omisión en la discusión acerca de la “crisis del sector editorial”: también, en los comentarios que los consumidores suelen realizar cada vez que un escritor hace público su descontento ante una situación abusiva. La supuesta gratuidad de los contenidos, que algunos defienden como condición necesaria para el acceso a la cultura entendido como un derecho, ha habituado a los consumidores a esgrimir dos argumentos antitéticos pero habituales: por una parte, que los productos culturales (también la literatura) deben ser gratuitos para los consumidores, no importa cuánto dinero cueste a sus autores producirlos; por otra, que lo que es gratis no vale nada. La discusión en torno a la economía de la literatura y la disminución de los ingresos de los escritores debería considerar ambos argumentos, de alguna manera.