Hay días que toca tragar sapos.
Está claro.
Me encontré en la Semana Negra el pasado verano, con la autora de “Susana
y los viejos”. He leído algunos libros suyos este verano, y la verdad que pocas
mujeres son tan dulces y agradables de escuchar como ella, en vivo y en directo. Había escrito en
días previos un artículo por el que la habían puesto a caer de una burra en
internet, y parecía disgustada, aunque supongo que asume que escribir en un
medio nacional como El País comporta determinados riesgos. Seguro que tragó
sapos, inmerecidamente por supuesto, pero eso no le ha impedido seguir con su
tarea. Con lo que ella es y quiere hacer. Bien hecho. Para eso vivimos: para luchar por lo que creemos, con uñas y dientes, y hacer las cosas como cantaba Sinatra, a nuestra manera.
En otra ocasión, escuché a la
autora de “La Bella Otero”, -un libro que leí, casi estudié y de hecho, viajé a
las fuentes de la novela -, en una entrevista que llevaba como título "Letras y
Notas", o algo así, que cuando se casó con Mariano Rubio, pues la tacharon de
todo, de arribista, de sudaca que quería vivir del cuento, etc…Tiempos para
ella no de tragar un sapo, o dos, sino millones de sapos. Y ella lo que quería
era ser feliz, y según dice lo fue con él, y escribir. Y lo ha hecho. Y lo ha logrado
y tiene un nombre en la literatura de este país.
Tomar posiciones públicas o
expresar la propia opinión, o sencillamente expresar lo que sientes, puede tener consecuencias que no
quieres. Como tener que tragar sapos. Y eso es injusto.
Seguro que la autora de "Susana y
los viejos", y de "La Bella Otero", cuando les tocó tragar sapos gordos,
estuvieron a punto de callarse en algún momento y vivir a la sombra. Así, si
estás en un agujero y nadie te ve, pues no pasa nada. Ni bueno, ni malo. Pero
no lo hicieron. Siguen siendo ellas mismas, y siguen escribiendo.
A pesar de que a veces vemos
resoluciones judiciales que nos parecen injustas, yo sigo creyendo en una
justicia divina, o del más allá, o del más acá. O me da igual de donde venga,
pero justicia. Y que el mundo, este mundo loco en el que vivimos, pone a cada hombre y a cada
mujer, algún día, en el lugar en el que debe estar, porque logra aquello por lo que lucha
y por lo que pelea. Aquello en lo que cree y que le importa de veras.