sábado, 27 de febrero de 2021

Poco "seny" y mucha violencia

 Este artículo fue publicado en TRIBUNA

 de EL COMERCIO el 26/02/2021.

https://www.elcomercio.es/opinion/poco-seny-violencia-20210226221058-nt.html

Poco 'seny' y mucha violencia

Esa juventud catalana educada en el desprecio a lo español no es en absoluto pacifista. Se han comportado estos días como bestias




Joan Margarit i Consarnau ha fallecido. La infancia es la patria del hombre, y de la mujer, añadiría yo. La guerra civil obligó a retirarse a la familia del poeta a Sanaüja, a casa de su abuela paterna que llamaba al retrete con el nombre de un rey español, el mismo que el actual, pero de inferior numeración. No lo voy a mencionar porque mi educación, al margen de preferencias monárquicas o republicanas, me impide vincular el nombre de la jefatura del Estado a nada despectivo, y menos a heces o excrementos humanos. Sin embargo, esa fue la educación que recibió el difunto Premio Cervantes 2019. Su posterior formación académica –llegó a Catedrático de Arquitectura en la Politécnica de Cataluña, además de tener talento para la poesía– le permitió tamizar esa deficitaria educación de base, pero no anularla. Quedó ahí residente desde la infancia. Es por ello que cuando se le entrevistaba, emanaba en él ese deseo de deshacerse de España para que Cataluña llegara a ser una Dinamarca u Holanda.

Cada persona puede opinar lo que desee, puede ser de izquierdas, de derechas y, ahora, muy de moda, ser ultra de uno u otro signo, aunque es curioso comprobar cómo a veces los extremos se tocan. El caso es que Margarit i Consarnau, el padre de Mònica, Anna, Joana y Carles, llevaba impreso eso en el cerebro. La idea de la supremacía, como catalán de Lleida, sobre el resto de los españoles, sobre los cuales, lo único que cabe es defecar. Lo mismo que pensaba otro nacionalismo (el nazismo) de los judíos: es el mismo perro con otro collar más liviano, no letal. Todo ello, claro, tamizado por el filtro de su exquisita formación posterior. Tener eso grabado en la cabeza no es una deficiencia mental, es una deficiencia grave en la educación, un problema para quien así piensa y que puede convertirse en un problema para los demás. Margarit i Consarnau fue un hombre inteligente, con talento poético y padre de una discapacitada mental: Joana. Inspiró un bello poema titulado 'Canción de cuna', dedicado a ella cuando falleció. Una hija cuya grave discapacidad le impedía leer o escribir lo más mínimo pero que, según su padre, le permitía ser feliz, escuchando música, por ejemplo. Perder un hijo es lo más traumático que puede sufrir un progenitor. Perder dos es estar casi muerto. Al señor Margarit i Consarnau le sucedió esa doble desgracia y supo transformar ese dolor en arte. En belleza poética que fue premiada al más alto nivel español y que podemos releer y disfrutar. Su hijo Carles, músico de jazz, musicó dicho poema, y la verdad que, para ser jazz, –música que no me gusta mucho–, se deja escuchar bastante bien. La oí un día en Radio Clásica. Como soy una sibarita musical considero que tal melodía encaja con la melancolía del poema lo mismo que un huevo con una castaña asturiana. Mejor sería una melodía protagonizada por una viola o un violonchelo. Pero era lo que tenía Margarit i Consarnau: una hija discapacitada muerta, otra hija muerta, un único hijo varón músico de jazz y talento para la poesía.

Nadie puede fundamentar su ideología en el desprecio al otro. Eso es nazismo, racismo y supremacismo. Declaraba Margarit i Consarnau que el catalán es un ser pacífico, que no había defendido con armas su Estado –inexistente– y que su arma es la palabra. Los jóvenes barceloneses que tomaban las calles estos días, que han sido y siguen siendo formados en un sistema educativo y cultural que muestra desprecio a lo español, que insta a su separación, además de carecer de 'seny' son violentos, como se ha visto, y usan esa violencia para defender, según ellos, la libertad de expresión de un tipo con graves problemas mentales, de cuyo nombre no me quiero acordar y cuyo porvenir no me interesa. Esa juventud catalana educada en el desprecio a lo español no es en absoluto pacífica. Se han comportado estos días como bestias, destrozando el Palau de la Música, la Bolsa de Barcelona o robando en las boutiques del Paseo de Gracia. Compré un lindo vestido a mi hijita cuando estuve por allí, pero tal cosa, pagar por algo, a estos individuos antisistema les debe parecer un acto capitalista. Prefieren masacrar comercios que ya arrastran problemas con la pandemia.

No creo que con mis impuestos deba yo pagarle la manutención en la cárcel a ese rapero. Una buena multa tocándole el bolsillo sería mucho más eficaz. Cataluña ha sido la autonomía que más asistencia ha recibido del Estado en 2020, no han sabido gestionar este problema coronavírico mejor que los demás; en muchos aspectos, peor. Es una de las economías más castigadas porque cerró 2020 con una caída del 11,4%, peor que la media española. De su territorio se han fugado muchísimas empresas y la sangría económica es brutal. No son Holanda, ni Dinamarca, y nada en ellos indica que nuestros queridos catalanes sean mejores que el resto de españoles. En lo que son diferentes muchos de ellos y que tienen en común, es eso que la abuela paterna de Margarit i Consarnau imprió en su cabeza: España y los españoles son boñigas y hemos de librarnos de ellos (poco 'seny' y mucha violencia).

Descanse en paz Margarit i Consarnau y léanse sus poemas. Como ya está muerto no ha podido ver lo sucedido estos días. Ya hubo precedentes con la sentencia famosa. Estaba menos equivocado el difunto poeta en lo que se debe hacer con las cartas de amor.